Mi trayecto EH   

 

 

 

   Soy contento de haber podido contribuir utilmente a un gran movimiento civil internacional, auto-organizado, basado en el reparto libre y el mejoramiento de los recursos y de las ideas en el interés general humano, sin ritualización ni explotación comercial o financiera de la buena voluntad de nadie. Haciéndolo, lo más importante fue de relevar un patrimonio cultural público indispensable, de donde no saqué ninguna remuneración otra que una satisfacción ética.

   Desde mis primeros años de escuela, soy curioso de todo, y particularmente me gusta analizar, organizar, y formular síntesis. Tanto durante mis estudios como durante mi vida profesional, pues fui tan ecléctico como posible, y no me especialicé en un dominio particular. Traté de acumular lo más posible de experiencias y de conocimientos en varios dominios, en relación con gente, necesidades, y técnicas, diferentes. Y después de maduramiento, quise transmitir lo que había aprendido y comprendido, en la idea de devolver a mi sociedad por lo menos igual que lo que me había aportado, pero pensando también como HD Thoreau "como vano es sentarse para escribir cuando no ha estado de pie para vivir".

   La vida en pie me aportó muchos riesgos, combates, peligros, aventuras, y (evidentemente) conocimientos. He sido construido, y construí, con todo eso. Entre otras actividades, fui ingeniero y experto medioambiental, particularmente para el VIo programa-marco de Investigación de la Union Europea, luego creador de empresas productivas, y dirigente de organizaciones civiles. Desde 1998 hasta 2008, fui Presidente de una estructura internacional no gubernamental eco-humanista, estrictemente independiente y no alineada, que representé en la ONU en el marco de su estatuto consultivo permanente. Fui también organizador y educador de ejecutivos de redes eco-humanistas, en varios países. Desde 2008 hasta 2009, fui elegido Presidente del Comité del Desarrollo de la Conferencia de las ONG en estatuto permanente en las Naciones Unidas. Todo esto en libertad total.

   Pero mi trayecto ecohumanista resulta sobre todo de una sinergia entre una implicación profunda y personal en la realidad de la sociedad moderna, y un descubrimiento apasionante de las raíces históricas del humanismo.

   En efecto, sentí una motivación muy fuerte cuando descubrí obras de filósofos griegos antiguos y de filósofos humanistas del Renacimiento europeo y del Siglo de las Luces, con también textos védicos. Antes de eso, había tenido la influencia de los trabajos de mi padre Louis, etnólogo-explorador que había trabajado en las civilizaciones antiguas del Sahara. Y luego, en 1972, Maurice Joyeux me había orientado hacia los filósofos racionalistas, a raíz de mis artículos que había publicado en el periódico Le Monde Libertaire, que el patrocinaba. Me sumí con mucho gusto en el estudio de todo esto, interesándome más particularmente por la relación histórica de la humanidad a su medio ambiente natural, y a los pensadores que trataban bien este sujeto.

   Poco a poco, escogí e profundicé algunos textos mayores añadiendo a ellos confirmaciones científicas modernas, y todo esto parecía ajustarse y completarse de manera asombrosa. Al punto que tuve envidia de hacer emerger de eso una síntesis tan clara y exhaustiva como posible, quedándose en la trayectoria de evolución y de transmisión que había llevado estas aportaciones hasta nuestra época. Entonces comencé a redactar los primeros textos de lo que luego se convertira progresivamente en el libro "Eco-saberes para todos".

   Buscando lo que ya podía existir de semejante, me di cuenta que precursores talentosos ya habían hecho este género de gestión, pero sin insistir bastante en el hecho que una síntesis global encontraba su coherencia inscribiéndose de manera dinámica en la tradición philosóphica larga de un humanismo natural en evolución, si no en corrección, permanentes.

   Y cuanto más avanzaba, más descubría que todo esto se inscribía efectivamente en un proceso evolutivo natural, un proyecto intrínseco autogenerado y llevado por la humanidad, subyacente pero que tendía a emerger. Había que discernir mejor su iluminación sobre el futuro, su prospectiva, su proyectabilidad, para que el contenido revele todo su sentido.

   Traté de convencer de esto a los ecólogos que conocía, porque esto aportaba también una iluminación nueva a la ecología moderna. Esto fue difícil. Había sostenido con algunos la campaña política del ecólogo René Dumont en 1974, para la Presidencia de la República francesa, pero había sido suspendida, y la mayoría de los militantes ecologistas de la época ya eran considerados por la opinión pública como excesivos, sectarios, o antihumanos. Había que volver a valores más sensatos, más constructivos.

   Finalmente, en 1979, con algunos amigos compartiendo estas ideas, decidimos por no tener nada mejor organizarnos por nuestros propios medios para contribuir a desarrollar estructuras que asociaran armoniosamente ecología científica y humanismo, con una filosofía moderna de la gran Casa (eco/oïkos) humana en desarrollo conjunto en su medio ambiente externo (natural) e interno (societal).. Nuestro ejemplo fue seguido, y otras asociaciones y redes eco-humanistas se constituyeron, en un país, luego en otro, año tras año. Aconsejé y formé a muchos animadores de estas nuevas estructuras.

   En esta ocasión, comprendí que necesitábamos una obra común de síntesis de los fundamentos filosóficos, históricos, científicos, y de los principales temas modernos, de nuestra corriente de pensamiento. En 1998, pues recogí las notas y las fichas que había redactado para las formaciones, y esto me sirvió de núcleo para escribir el libro "Discursos sobre la ecología humanista", modificado después para volverse "El gran proyecto humano", en 2010. Y allí, el proceso de autocorrección continua, fundamental en eco-humanismo, me fue particularmente útil para  mejorar la obra final. De una parte, corregí muchas veces este libro, y por otra parte, esto me llevó a reflexionar sobre la dirección de la programación cultural evolutiva humana.

   En efecto, en medio de los años 1980, en los primeros tiempos de la informática con PC (Alphatronic, Amstrad, luego IBM), había tratado de programar una aplicación simple de inteligencia artificial, para facilitar la gestión de una organización cooperativa, combinando una base de datos, reglas, y un motor de inferencia y de autoaprendizage. No tuve bastante tiempo libre y ayuda en programación adelantada para acabar técnicamente este proyecto, pero había esquematizado y ensayado su funcionamiento lógico.

   De hecho, concibo la inteligencia artificial sólo como un ersatz creado por la inteligencia humana para externalizar útilmente ciertas tareas y liberar de tanto nuestras capacidades cognitivas para otras tareas no-externalizables. Pero la concepción lógica de la inteligencia artificial puede también aclarar nuestro funcionamiento societal. En el presente caso, aunque el eco-humanismo no pueda ser reducido o asimilado a un sistema cibernética, observé que la herramienta cultural eco-humanista tenía capacidades adaptativas que lo hacían comparable en ciertos puntos con un software-experto capaz de administrar bien nuestras sinergias evolutivas, bajo reserva que las bases de conocimientos, las reglas de funcionamiento, y los algoritmos de aprendizaje y de inferencia, quedan adecuados, y controlados proactivamente por el cerebro colectivo humano global.

   Pues perfeccioné mis conocimientos y mi práctica del eco-humanismo en este espíritu también. Y les paso de buena gana el relevo a los y las que querrán continuar en esta vía, que implica la prioridad de la voluntad humana legítima y de nuestro interés general en el desarrollo humano, sin impedir la utilización de concepciones y de herramientas eficaces que no contravienen tal desarrollo.

   Ocurra lo que ocurra, les digo cordialmente ¡ánimo! a todos los ecohumanistas. Sigan ayudándose unos a otros; se sentirán más motivados y fuertes para tener éxito. Desde la alba de la Humanidad, la unión hace allí la fuerza.  

 



Marc CARL                 
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